Curvas con historia y naturaleza por Montblanc y Siurana

Por Begoña González de la Mora

Las motos deportivas piden curvas con cada golpe de gas. Pensadas para recorrer y serpentear en el asfalto, son una de las opciones que más nos hacen disfrutar de los trazados sinuosos. Es por eso por lo que hemos elegido una Honda CBR500R para esta ruta por algunas de las curvas más bellas de Cataluña.

Empezaremos esta ruta en la ciudad de Reus, y saldremos en dirección norte por la T-704 hacia La Mussara. La ruta empieza fuerte con unas de las curvas más bonitas y pronunciadas de la geografía catalana. En esta carretera, cuyo asfalto se encuentra en muy buen estado, pudimos disfrutar de las primeras trazadas con la CBR. Esta ‘semi-R’, dada la altura de su manillar y postura de conducción, nos permitió ir enlazando un giro tras otro con pasmosa facilidad. Con sus 471 cc y 47 cv, la más pequeña de las deportivas de Honda resulta más que suficiente para ir subiendo la montaña hasta obtener unas preciosas vistas panorámicas del bosque.

Este primer trazado, cuya forma recuerda a la nata de un pastel de Comtessa, nos fue llevando dulcemente hasta el mirador de La Mussara, cerca del que se encuentra un refugio de montaña en el que se puede pasar la noche. Igualmente, durante este ascenso, hay algún apartadero en el que detenerse para poder tomar fotografías en las que se podrán ver las curvas que hemos recorrido. Seguiremos por la misma carretera en dirección Prades. De igual forma seguiremos recorriendo la T-704 y volveremos a encontrar más “paellas”, como se conocen este tipo de curvas en jerga del motor.

Una vez en Prades, tomaremos la T-700 en dirección l’Espluga del Francolí. De nuevo encontraremos una carretera con buen asfalto y rodeada de bosque en la que iremos pasando de unos primeros tramos menos pronunciados a, nuevamente, un paquete de curvas bien cerradas y marcadas. Así seguiremos dirección norte hasta llegar a Poblet, donde encontraremos, casi sin tener que buscarlo, el Real Monasterio Cisterciense de Santa María de Poblet.

Este conjunto monástico del siglo XII se encuentra rodeado de una preciosa y amplia zona de viñedos. En el interior de sus murallas tiene sepulcros reales y claustros adornados y ofrece visitas guiadas por 8,50 euros. Por esta zona hay varias masías de comida catalana tradicional y alojamientos rurales, pero, en nuestro caso, proseguimos la ruta hasta Montblanc por la N-240.

Montblanc, declarado Conjunto Monumental y Artístico, es el pueblo en el que, según la leyenda, Sant Jordi mató al dragón, de cuya sangre brotó la rosa que el caballero regaló a la princesa. En el pueblo, se encuentra el conjunto monumental del castillo de Montblanc y una muralla que, con sus 1.700 metros de longitud y sus 6 metros de altura media, lo convierte en el mayor recinto amurallado de Cataluña. Nosotros elegimos este bonito pueblo para comer y es que hay muchos restaurantes de cocina catalana de calidad, ya sea en el centro histórico o en las afueras de las murallas.

Tras esta breve, o no tan breve, pausa, seguimos la ruta en dirección sur para disfrutar de la segunda parte del recorrido. Empezaremos con un pequeño tramo rápido de autovía, en este caso la C-14, para iniciar la segunda parte desde La Riba, donde tomaremos la TV- 7044. En esta segunda parte del día, volveremos a encontrar un asfalto en perfectas condiciones y un ambiente boscoso, pues de algún modo, sobre el plano, estaremos trazando una especie de ocho en dirección Prades y nos volveremos a adentrar en el mismo bosque del que veníamos esta mañana.

En este tramo, vale la pena avisar de que hay animales salvajes por los alrededores. En nuestro caso, por ejemplo, se nos apareció un corzo por las colinas por las que discurre la carretera, por lo que además de los de siempre, habrá que andar con otros mil ojos mientras circulamos para evitar accidentes inesperados.

Una vez llegados nuevamente a Prades, tomaremos esta vez la T-701 hasta enlazar con la C-242 que nos llevará hasta el bello pueblo de Siurana. Es una parada que vale la pena realizar por dos motivos. En primer lugar, porque el paisaje y las curvas que nos llevan hasta él son espectaculares, y en segundo lugar, porque el pueblo en sí es una verdadera joya oculta entre las montañas. Al llegar a lo más alto de la colina, nos veremos obligados a dejar las motos en un aparcamiento del pueblo y accederemos a pie al pequeño municipio, de casitas de piedra, que podremos recorrer en pocos minutos hasta disfrutar de unas preciosas vistas hacia el valle y las montañas, así como al embalse de Siurana.

El pueblo tiene un camping, un bar y un hotel y es un lugar precioso para pasar la noche en pareja, pero en caso de querer continuar, desharemos el camino y bajaremos nuevamente esas bonitas curvas que nos habían llevado hasta el pueblo poco antes y retomaremos el camino en dirección Reus por la C-242. Este tramo final nos regala algunas curvas de despedida que nos harán coger más ganas para… ¡la próxima ruta!

Mapa de la ruta

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Galería Honda CBR500R